Dpto. de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo.
Edificio Santiago Gascón. Campus del Cristo. 33006 Oviedo
La fascinante armonía con la que se desarrolla la aventura bioquímica de la vida, deriva de complejos mecanismos moleculares que comenzaron a organizarse hace más de 3.000 millones de años, en algún lugar del planeta que hoy nos acoge. Fue entonces cuando, en medio de un profundo caos químico, se formaron unas primitivas células capaces de experimentar con éxito procesos de replicación, división y evolución, hasta generar el maravilloso panorama de diversidad biológica que el mundo muestra ahora ante nuestros ojos. Sin embargo, ha transcurrido mucho menos tiempo, apenas 50 años, desde que un grupo de científicos intuyó que la esencia de la vida podía llegar a explicarse a través del estudio de las estructuras, funciones y transformaciones de unas pocas macromoléculas de interés biológico.
El descubrimiento por James Watson y Francis Crick de la estructura en doble hélice del ADN, la definición por parte de Arthur Kornberg de los mecanismos de replicación del ADN, y el desciframiento del código genético por Severo Ochoa, entre otros brillantes investigadores, constituyeron los hitos fundamentales sobre los que se cimentó el desarrollo de la Biología Molecular. Pocos años después, y como herencia científica directa de estos nuevos conceptos moleculares, se desarrollaron tecnologías mediante las cuales el ADN se pudo aislar, fragmentar y multiplicar de forma ilimitada. Además, se establecieron procedimientos para combinar los ADNs de distintos organismos, y con ellos producir proteínas con las características deseadas. Muchas de estas proteínas recombinantes ya se utilizan en la actualidad para tratar enfermedades como la artritis, la diabetes o diversos tipos de cáncer.
La Biología Molecular, a través del Proyecto Genoma Humano, también nos ha aproximado al deseo de desvelar nuestros secretos moleculares más complejos. Así, hoy conocemos el orden preciso de los 3.000 millones de nucleótidos que configuran nuestro material genético, y la forma en la que estas unidades químicas se organizan para construir los aproximadamente 25.000 genes que determinan nuestras características como especie y que nos hacen únicos y distintos a todos los demás seres vivos del planeta. De la misma manera, y apoyados en las nuevas técnicas de investigación biológica, hemos dirigido la atención hacia los genomas de otros organismos para compararlos con el nuestro y así, extraer importantes lecciones acerca de las funciones que se han ido adquiriendo, modificando o incluso perdiendo, a medida que nuestra especie fue ascendiendo peldaños en la escala evolutiva. Estos ejemplos pueden ilustrar la importancia de una joven disciplina científica que en su breve historia ha cambiado nuestra forma de entender la vida y que probablemente en el futuro, llegue a modificar nuestra manera de vivir y de enfrentarnos a las enfermedades que hoy nos abruman. Sin embargo, también debemos recordar que una buena medida de la vitalidad de una disciplina científica es el número de preguntas a las que todavía no puede ofrecer respuestas. En este sentido, la nueva Biología ha demostrado su madurez al señalarnos con notable claridad algunas de las fronteras actuales de nuestro conocimiento. Así, y dado que un organismo es mucho más que una gigantesca secuencia de nucleótidos o una amplia colección de genes, resulta imprescindible conocer la manera en la que la información genética se regula en el espacio y en el tiempo para realizar con absoluta precisión y eficacia los miles de reacciones bioquímicas que permiten cada instante de vida en cada organismo, de la bacteria al hombre. Asimismo, y tras esta era genómica felizmente inaugurada hace unas pocas décadas, ya estamos asistiendo al desarrollo de una era epigenómica y proteómica presidida por proyectos dirigidos al estudio de los complejos mecanismos de regulación de la expresión génica y al análisis de las estructuras tridimensionales, funciones e interacciones de las proteínas que ejecutan las instrucciones vitales especificadas en nuestros genes.
Estas nuevas aproximaciones encontrarán su máxima repercusión en el campo de la Medicina Molecular, esa Medicina individualizada, predictiva y regenerativa que ya se anuncia, y cuyos fundamentos también han surgido del progreso alcanzado por la Biología Molecular. Finalmente, es indudable que la complejidad de la vida hará que nuevos retos vayan apareciendo. Por eso, hoy más que nunca, es tiempo de mirar hacia el futuro y animar a las nuevas generaciones de estudiantes a disfrutar de la Ciencia y a participar directamente en la exploración curiosa y profunda de un universo pequeño pero maravillosamente complejo: el que late en el interior de cada célula de cada organismo vivo.